¿Sabes que es lo mejor de todo? Qué en ningún momento he dejado de sonreir...

viernes, 27 de julio de 2012

Hace dos años.

Hoy, 27 de julio llegaba a mi vida un ser maravilloso al cual le puse de nombre Nayim. Un nombre muy zaragocista, como yo. Como alguna otra vez he comentado en este blog, el llegó a mi por una apuesta que hice con mi madre. Pasaba una época mala respecto a mi salud, y como madre, quería lo mejor para mi. El médico me mandó unas recomendaciones que yo desobedecí y dejé un poco de lado mi día a día por no querer cumplirlas. Apenas salía de casa y eso era algo que le preocupaba a mis padres. Levaba unos días pensando en tener un perro y me encapriché con uno que vi en una foto, era un Westy, así que después de dar la brasa mucho tiempo, mi madre me propuso hacer caso al doctor a cambio de ese pequeño ser, que cambiaría mi vida por completo. Ya tenía al perro y con la excusa de sacarlo a pasear me daba una vuelta y tomaba el aire, pero no hice caso a las indicaciones del médico, que era llevar un collarín. No es que no lo llevara porque no quisiera, sino porque sentía que no era necesario, ya que yo notaba con total seguridad cuando lo necesitaba llevar. Nayim llegó y cambió la vida de todos nosotros. La felicidad, tan necesaria por aquel entonces, entró por la puerta de casa. Es un perro cariñoso, atento, juguetón, listo y sobretodo fiel, siempre te espera en las escaleras hasta que llegas. Se pone tan contento cuando te ve, que es imposible no sonreír, al igual que se pone triste cuando te marchas, y en alguna ocasión hasta se enfada. Hoy por hoy, es el mejor regalo que he podido tener, yo y cualquiera de nosotros, ya que a día de hoy estamos super contentos con él. He querido hacer esta entrada para recordar el día en el que lo tuve en mis brazos por primera vez, y así lo haré cada año que pase. Un día que he compartido con el y que jamás olvidaré fue cuando vino a verme al hospital en esta última vez que recaí. Pasamos cinco meses separados, solo lo veía por cam, por fotos que me mandaban, hasta el día en que mi padre me trajo una foto de el a mi habitación de allí. La tenía en la mesilla y la miraba siempre que lo echaba de menos. Una vez, sin que nadie se enterara, me lo trajeron a la puerta del hospital y no os sé escribir lo que sentí al verlo, al tocarlo... me daba besos, saltaba y corría de felicidad, no se separaba de nosotras, ni de mi, ni de mi madre que estuvo los cinco meses conmigo. Fue un día especial, que jamás olvidaré. Este perro me ha ayudado a sonreír. Hay veces, que lo miro a los ojos, le hablo y siento que me entiende. Es algo maravilloso, algo especial muy difícil de explicar si no tienes animales.
#DosAñitosQueEstáConmigo

1 comentario:

jorge dijo...

que entrada mas bonita,y la foto es preciosa ;)